lunes, 13 de febrero de 2012

PUEBLA , VERANO 2011



La ciudad de Puebla fue fundada con el nombre «Ciudad de los Ángeles» el 16 de abril de 1531. La necesidad de una ruta comercial más corta entre la Ciudad de México y Veracruz; así como el creciente número de españoles marginados del sistema de encomiendas, hizo que se comenzara a plantear la creación de una ciudad alejada de los asentamientos indígenas y dedicada al descanso y comercio de españoles.
Siendo el año de 1530 don Sebastián Ramírez de Fuenleal, presidente de la Segunda Real Audiencia de México, comisionó a fray Toribio de Benavente «Motolinía» para que partiera de su diócesis en Tlaxcala, a buscar algún sitio adecuado para la creación de la nueva ciudad.
Las líneas generales de las principales controversias alrededor de la historia de la fundación se definieron durante el período colonial. Los cronistas, como Motolinía, Herrera y Tordesillas, Torquemada, Vetancourt y Gil González Dávila, mezclaron la leyenda, los hechos y lo probable. Sus contribuciones fueron acomodadas, interpoladas o aceptadas cabalmente por los historiadores locales de los siglos XVII y XVIII, como Cerón Zapata, Antonio de Ochoa, Diego Bermúdez de Castro, fray Juan de Villasánchez, Pedro López de Villaseñor y el maestro indiscutido de la erudición poblana, Mariano Fernández de Echeverría y Veytia. En la década de 1920, al cumplirse los cuatrocientos años de la fundación, se planteó casi como un imperativo práctico el renacimiento del tema en la historiografía, que aprovecharon los hijos nativos y adoptivos de la ciudad, y en especial el erudito alemán Hugo Leicht, para tratar de resolver el problema de dónde y cómo debía conmemorarse la fundación.

Panorámica de Puebla con el volcán Malintzin al fondo.
Historiadores más contemporáneos, como François Chevalier, Norman F. Martin y Guadalupe Albi Romero, utilizaron los resultados de esos estudios para tratar de ubicar la fundación de Puebla en el contexto de la historia social de la ciudad y de la colonia.
Una leyenda que hace referencia a su fundación, cuenta que el obispo de Tlaxcala, Julián Garcés, durante un sueño vio un campo, en medio de él había un río y a los lados otros dos. El campo tenía hierbas, flores y manantiales de agua. También observó a dos ángeles que trazaban y delimitaban con cuerdas lo que sería sus límites. En la mañana, al despertar, contó su sueño a otras personas quienes lo acompañaron a 5 leguas (25 km aproximadamente) de Tlaxcala, donde encontró el campo soñado. De esta leyenda surgió el nombre de «Ciudad de los Ángeles».
La zona era denominada por los antiguos pobladores de México como «Cuetlaxcoapan», que significa «donde las serpientes cambian de piel», sin embargo sólo existían en dicha área algunas zonas de labranza y ningún vestigio prehispánico.

Panorámica desde el Fuerte de Guadalupe.
Originalmente, la zona elegida estaba delimitada por el cauce del río San Francisco y el cerro de San Cristóbal (hoy cerros de Loreto y Guadalupe), y ahí comenzó a habitarse, los frailes franciscanos Toribio de Benavente «Motolonía», Jacobo de Testera, Luis de Fuensalida, Alonso Juárez y Diego de la Cruz acompañaron a la población y edificaron la primera capilla de la ciudad. Sin embargo, las lluvias torrenciales y el desigual crecimiento del río San Francisco y sus afluentes, pusieron en peligro la existencia de la nueva ciudad, y para evitar su abandono, se decidió cambiar la ubicación y así en el año de 1532 se estableció definitivamente la ciudad en la parte oeste del río San Francisco.

Torres y cúpulas de las iglesias poblanas.
El 20 de marzo de 1532, Carlos V por decreto en una Real Cédula impuso al asentamiento el título de «Ciudad de los Ángeles» y posteriormente en 1558 el título de «Noble y Leal Ciudad de los Ángeles». Y en 1576, se le nombró «Muy Noble y Muy Leal Ciudad de los Ángeles»; en cuanto al escudo de armas de la ciudad, fue otorgado en 1538 a través de una Provisión Real que elaboró el escribano Juan de Sámano y suscribió también la reina Isabel de Portugal.
La imperiosa necesidad de la mano de obra indígena era evidente, tanto para la construcción, como para el comercio, así que se le permitió a parte de la población indígena de Tepeaca, Cholula y Huejotzingo, establecerse en los márgenes orientales de la ciudad. Siendo estos los antecedentes de los barrios populares de la ciudad como Analco, Xanenetla y El Alto, entre otros.
Gracias a la benevolencia del clima, y a su importante ubicación, la ciudad de Puebla prosperó rápidamente en los aspectos comercial y cultural, convirtiéndose en la segunda ciudad más importante de la Nueva España.
Debido a la posición estratégica de Puebla, durante el virreinato, fue el centro de la actividad económica que se derivaba del comercio y transporte de mercaderías a cargo de la Nao de China, el Galeón de Manila o la Nao de las Filipinas, Puebla recibió y asimiló parte de la cultura oriental la cual todavía puede apreciarse en su cerámica destacando los jarrones, vajillas y otros ornamentos, además la región prosperó en su agricultura convirtiéndose en el granero de la Nueva España y en un importante centro gastronómico.

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